jueves, 28 de julio de 2011

La gran ley del Universo

Cada cosa atrae a su semejante. Esta es la gran ley de Universo que rige sin cesar, tengamos o no conciencia de ella. Nos guste o no.

Al igual que la ley de gravedad, que actúa siempre sin que la veamos, vivimos en un vasto océano de pensamientos que se agitan continuamente en el ambiente que nos rodea, como ondas hertzianas, y que nos afectan a todos.

Nosotros atraemos continuamente las condiciones e influencias más acordes con nuestros pensamientos, palabras y obras. Podemos empuñar el timón y navegar con rumbo fijo hacia determinado punto, o bien podemos entregarnos al vaivén de las olas y los vientos. Por ello, hemos de acoger gozosos cuantos pensamientos puedan atraer la influencia más noble, elevada y óptima en todo tiempo y lugar. De la naturaleza de nuestros pensamientos depende la fortaleza de nuestro cuerpo, el éxito de nuestros negocios y la alegría de nuestras relaciones.

Una mente llena de esperanza, confiada, animosa y resuelta atrae todos los elementos y condiciones necesarias para realizar sus propósitos. Pensar y hacer el bien es atraer influencias de bondad y poder.

Quien sepa dominar sus pensamientos, gobernará sus circunstancias.

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