Toda vida exige lucha.
Con demasiada frecuencia tratamos de obtener algo por nada. Queremos ir por la vida sin pagar el precio. Y cuando eliminamos la lucha de nuestra vida, empezamos a debilitarnos y a acostumbrarnos a rehuir la labor dura.
La lucha es esencial. No existen ni el crecimiento ni el progreso sin ella. Sin ella no se logra que las cosas ocurran. Un gran destino exige una entrega total a la lucha diaria.
Luchar es competir con uno mismo. Es tratar de usar y desarrollar todas las fibras de nuestra potencialidad. La lucha siempre está dentro de nosotros, es esa guerra continua por liberarnos de todo lo que nos impide convertirnos en la maravillosa persona para la que vinimos a este mundo. Luchar es desarrollarse a sí mismo. Luchar es una actitud. La lucha produce resultados interiores: acrecienta el poder de la perseverancia, la confianza en sí mismo y la autodisciplina, te muestra tus verdaderos valores, motiva al espíritu, te ayuda a crecer desde adentro.
Siempre obtendrás la victoria si no te das por vencido, si nunca dejas de esforzarte. Cuando te veas acorralado y todo parezca ir en contra, al grado de no poder resistir un minuto más, menos te rindas entónces, porque esos son justo el tiempo y el lugar en que cambiará tu suerte.
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